El silencio se rompe solo con la respiración agitada de todos mientras se deslizan por entre los árboles.
El bosque está envuelto en una neblina densa que parece aferrarse a la piel de cada uno, mezclándose con el olor metálico de la sangre y la tierra húmeda. Renatto sostiene a Alain con firmeza contra su pecho, sintiendo el latido acelerado del niño resonar contra el suyo.
El pequeño ha dejado de llorar mostrando que quiere ser valiente, pero sus ojos verdes están empañados de confusión y miedo. Renatto no sabe cómo consolarlo, pero su instinto le dice que, por ahora, el simple acto de cargarlo y mantener una mano protectora en su cabeza es suficiente.
Isabella camina a su lado, con el rostro endurecido por la preocupación. Sus manos están cubiertas de sangre mientras presiona una improvisada venda contra la herida de Riccardo, quien apenas mantiene los ojos abiertos. La herida en su abdomen es profunda, y cada movimiento parece arrancarle un gem