El aire en la cabaña está cargado de tensión. Desde la llegada de Renatto, la dinámica entre todos ha cambiado. Isabella lo sabe, puede verlo en los gestos de Antoine, en la manera en que Alain estudia al hombre con una mezcla de curiosidad y reserva, y en la forma en que Renatto observa cada movimiento de su hijo perdido con incredulidad.
En un momento, el pequeño se acerca a él y le pregunta con inocencia.
—¿Por qué me robaste el rostro?
Renatto sonríe, porque él parece ser más inocente que Alonzo. Aunque no es de extrañar, su hijo pasó una mala vida al lado de Loretto, en cambio Alain parece ser feliz con lo poco que tiene, aunque sea muy precario.
—No te lo robé, te lo presté para que todos sepan quién eres y no se atrevan a hacerte daño.
El pequeño lo mira con el ceño fruncido, su misma