Dos días después, Renatto despierta en la penumbra de su habitación con un dolor sordo latiendo en su espalda. Su primer instinto es moverse, pero un peso cálido sobre su mano lo mantiene inmóvil. Abre los ojos lentamente y lo primero que ve es el rostro de Isabella, dormida en una silla a su lado, con la cabeza apoyada en el colchón.
Su ropa sigue manchada de sangre seca y tierra, excepto por la camisa que está mancha, pero es de él. Las sombras bajo sus ojos y la palidez de su piel delatan que no ha dormido bien en días. Su cabello cae desordenado sobre su rostro, y su respiración es pausada, pero irregular, como si incluso en sueños estuviera alerta.
Renatto intenta girarse, pero un dolor agudo lo hace gruñir. Isabella se sobresalta al instante, sus ojos parpadean con confusión hasta que lo ve despierto. En un segundo, su expresión se endurece y su mano lo