Un rato después, Catherine entro a la casa con una sonrisa en los labios. Parecía estar feliz y eso solo consiguió que Thomas se sintiera aún más molesto.
El sol desaparecía en la línea del horizonte, por lo que la luz era más bien escasa. Atravesaba el salón de camino a las escaleras y es que necesitaba refrescarse un poco antes de cenar.
Andaba con rapidez, en medio de la obscuridad; cuando de pronto sintió como alguien la sujetaba por el brazo. Fue algo sorpresivo y es que no había notado la presencia de nadie más.
Aquello la asusto tanto que estuvo a punto de gritar con fuerza y lo habría hecho de no ser porque en la escasa luz que había, pronto noto los ojos azules de Thomas. Lo reconoció y si bien eso no le hizo sentir ni un poco mejor, si evito que gritara pidiendo auxilio.
—¿Qué sucede? —le cuestiono, encontrando su actitud del todo desconcertante.
Llevaban días ignorándose del todo, haciendo como si no existieran. No tenía idea de porque eso había cambiado. No entendía