Fue un viaje interminable, miserable. Por momentos parecía que estábamos atrapados en una pesadilla, condenados a vagar por toda la eternidad en aquellas gélidas tierras, rodeados de nieve hasta donde alcanzaba la vista, sin rastros de color o calor durante días y días y días.
Risa era lo único que evitaba que nos entregáramos a la desesperación y nos echáramos a llorar como chiquillos perdidos. Había esperado tanto ese momento, que no permitiría que nada le echara a perder aquel viaje.
Mantenía su buen humor a toda prueba, y se entretenía entreteniéndonos. Ahora que podía hablar y escuchar con su mente, buscaba temas de conversación en los que pudieran intervenir todas las mujeres. Cantaba para que todos cantaran con ella, y cuando hasta ella se cansó del repertorio repetido, nos hacía improvisar letras nuevas para melodías tradic