— ¿Estás bien? él susurra.
“¡Obvio que no!”
— S— sí...— miento.
— ¡Estás rojo y los latidos de tu corazón se aceleran!—
“¡Te garantizo que no es solo mi cara la que está roja!”
— Oh, es solo— Me detengo y luego frunzo el ceño, dando un paso atrás. — ¿Dijiste latidos? — Cuestiono. — ¿Cómo sabes que mi corazón está acelerado?
Cambia de expresión como alguien acorralado.
—¡BENJAMÍN! Entró, atravesando la puerta. — Como es ella—
— ¡Estoy bien! Yo respondo por mi mismo. — ¿Ya se fueron los invitados? —Trato de cambiar el ambiente de la habitación.
— ¡Sí! dijo, acercándo