Lina.-
— Eres una niña preciosa, sí –muevo mi cuerpo de lado a lado, sosteniendo a Emiliana en mis brazos, no puedo evitar preguntarme si algún día…y me respondo mentalmente yo no sería una buena madre.
— ¿Qué haces? –mi cuerpo se detiene al escuchar la voz que estremece mi cuerpo.
— Solo la cuido mientras Nadia y Emil resuelven sus asuntos –no tengo que girarme para saber que anda en modo protector, vigilándome como si yo representara un peligro para la bebé–. ¿me vigilas? ¿crees que le haré daño a Emiliana?
— No confío en ti –responde sin ninguna compasión–. ¿hablaste con Nadia?
— No –dije en voz baja, casi como un murmullo, al girarme Desmond estaba con las manos en la espalda, su mirada era fría e impaciente–. pensé que Emil le había contado todo.
— Le contó lo necesario –comentó mirándome sin expresión–. el resto te corresponde a ti.
Solté una pequeña carcajada seca, irónica.
— Te paras ahí con tu pose firme, acusándome haciéndome sentir miserable, al menos yo fui sincera