—Déjame ayudarte. Te prometo que no te haré daño si me das tu palabra de que serás una buena chica. —asentí con la cabeza y él me sonrió, moviéndome para que quedara contra la pared. Me estremecí al sentir el dolor en mis hombros por la posición en la que estaba atada. Esto era mejor que estar de lado.
Corrí mis dedos hacia arriba, lo más lejos que pudieran llegar, sintiendo si había algo en la pared que pudiera usar para liberarme. Solo había usado algún tipo de material, así que no debería ser tan difícil romperlo.
Al no sentir nada, me dejé caer en derrota. Cuando él habló.
—No trabajo en las subastas. Soy quien las dirige. El que la familia de Los Ángeles ha estado buscando. —lo miré como si estuviera loco, porque en este momento, lo estaba.
—¿Cómo? ¿Por qué? —pregunté con incredulidad fingida. Él solo me miró.
—Oh, he estado haciendo esto desde hace un tiempo. ¿Te acuerdas de esa chica que desapareció cuando estábamos en la escuela? ¿Jésica Delgado? —asentí con la cabeza. ¿Quién