—Bien, Angie. Estás en trabajo de parto activo y tienes siete centímetros de dilatación, lo siento, pero no puedo darte la epidural. Solo respira como practicamos. —Instruyó ella con total seriedad.
—A la mierda con la respiración. ¡Dame el maldito gas y aire! —Gemí mientras las contracciones empeoraban.
Ryder sostenía mi mano y la besaba.
—Eres tan exigente cuando estás de parto, es jodidamente sexy. —Sonrió con picardía, pero lo miré con fuego en los ojos causando que se riera.
Me pasó el largo tubo de plástico y lo tomé, mordiéndolo mientras inhalaba. Mi cabeza se sentía mareada, pero era malditamente bueno.
—Eso es, relájate princesa, pronto terminará. —Dijo.
Después de solo Dios sabe cuánto tiempo, sentí la urgencia de pujar, así que intenté incorporarme, pero no pude.
—Ayúdame a sentarme. —Le pedí, mientras las contracciones se sucedían una tras otra.
Él me ayudó a incorporarme. La ginecóloga me miró y asintió.
—Bien Ryder, está lista. Angie, necesitas hacer fuerza y pujar.