—Ryder. —Bajé mi arma y él me miró sorprendido.
Gemí y me doblé mientras mi mano iba hacia mi vientre. El arma cayó al suelo al tiempo que apoyaba mi mano libre en la pared. Sentí sus manos sosteniéndome mientras tomaba mi peso. Más líquido salía de mí.
—Dios mío, ¿cuánto tiempo llevas así? —Me preguntó y respiré profundamente.
—No mucho. Apenas se me rompió la fuente, pero he tenido contracciones desde la madrugada. Intenté llamarte, pero no contestaste. ¿Cómo es que estás aquí? —Le pregunté una vez que el dolor pasó y pude enderezarme.
—Sabía que algo no andaba bien anoche, así que volví a casa. Dejé la moto en el club y tomé la camioneta. Menos mal que lo hice. —Dijo con una risita.
Me levantó en brazos y me llevó arriba al dormitorio.
—Ryder, necesito ir al hospital. ahora. —Le dije mientras me colocaba en la cama y corría hacia el vestidor. ¿Cómo podía estar tan malditamente tranquilo?
—Tranquila Ángel, todavía tenemos horas. Además, no puedes ir con shorts mojados. Estarás incó