—No tengo ni idea de qué estás hablando. ¿Vas a follarme o qué? —le respondí con tono mordaz.
—Mira hacia adelante, Ángel. Vas a contar. —Levanté una ceja desafiándolo. Sí, claro. Sus manos recorrieron las curvas de mi trasero, apretando mientras subían por mi columna hasta la nuca. Me apretó y giré la cabeza hacia la cabecera.
—Ahora, mi Ángel, mi diosa. Vas a contar. —Sus manos me abandonaron momentáneamente cuando su palma cayó sobre mi trasero. Di un respingo con un grito. No esperaba el golpe.
—Cuenta, Ángel. —Me golpeó otra vez en rápida sucesión.
—Uno, dos —solté con voz aguda, y él se rio mientras aliviaba el ardor. Golpeó de nuevo y conté. Para el quinto golpe, gemí, echando la cabeza hacia atrás. Mis piernas temblaban y mis brazos también.
—Buena chica —sus dedos recorrieron mi piel enrojecida hasta mi sexo empapado. Sus dedos se sumergieron y giraron mientras los cubría. Moviéndolos perezosamente por mis pliegues hasta mi clítoris. Lo pellizcó y me estremecí. ¡Joder! Se sent