Santiago era un desastre, pensó Amelia para sí misma. Masticaba con la boca abierta y hablaba demasiado, hasta el punto de que Amelia dudaba de su relación con Dameron.
"¿Dices que eres el hermanastro de mi marido?" preguntó Amelia, aburrida y cansada de su interminable charla.
"Oh, sí. Lo soy. Su único y verdadero hermano, en mi opinión."
"Paula nunca dijo nada de ti", inquirió Amelia.
"Nunca lo hace. Ni ella ni Dameron hablan de mí. Verás, detestan mi existencia porque mi madre es la mujer que nuestro padre eligió y, digamos, eso hirió su pequeño orgullo."
Esta información hizo que Santiago le desagradara aún más a Amelia. Imaginó a Rose dando a luz a un hijo de Dameron. Claro que no odiaría al niño, pero sabía con certeza que no querría estar cerca.
"Bueno. Es hora de que vuelva a casa con mi marido. Fue un placer conocerte, Santiago", dijo Amelia extendiéndole la mano, la cual él tomó con gracia.
"Dile a Dameron que su ciudad es melancólicamente hermosa porque está empezando a per