Santos había hecho todo lo posible por acercarse a Amelia, pero seguía sin poder. Ella había demostrado ser un fantasma fuera de la vista y eso le molestaba mucho porque le encantaba ver su rostro. Cada vez que no la veía, se preocupaba. Todo sobre Amelia le inquietaba enormemente.
"Solo pensé en decirle que está aquí, jefe", le dijo Samuel, que era miembro de su mafia y también asistente en su cafetería, en su pequeña oficina-cubículo del local.
Santos saltó de su asiento y se dirigió directamente hacia Amelia.
"Ah. Mira lo que tenemos aquí. Gracias por honrarnos con tu preciosa presencia. ¿Qué te gustaría tomar?", le preguntó con una sonrisa.
Amelia le devolvió la sonrisa, lo que hizo que su corazón se acelerara. "Ummm, ¿jugo de limón y papas fritas? ¿Puedo pedir eso?", le preguntó cortésmente.
"Cualquier cosa de tu elección, mademoiselle. Un vaso de jugo de limón y un paquete de papas fritas en camino. Espera... ummm ¿para llevar?", le preguntó Santos, deteniéndose y volviéndose pa