—Vine a buscarte.
—¡No tengo nada que hablar contigo!
—¿Nada que hablar?
Jimena saboreó esas palabras, se quitó las gafas de sol con un gesto pausado y sonrió sutilmente.
—Regina, ¿de verdad no tienes nada que decirme?
—Si no vas a comprar nada, ¡no nos interrumpas el trabajo! —replicó Regina con tono cortante.
—Me contaron que tu novio es doctor.
El cambio de tema fue abrupto. Regina se quedó desconcertada.
Jimena observó la cara hermosa y delicada que tenía enfrente. Recordó cuando Regina la había ayudado a entregarle cartas de amor a Gabriel, cuando despotricaba contra él contándole un sinfín de defectos, y cómo incluso decía que hasta podía ser su tío.
La envidiaba, y también sentía celos. No por su posición acomodada, sino porque ella podía buscar a Gabriel cuando se le antojara, mientras que para sí misma, verlo una sola vez era un sueño inalcanzable. «¿Cómo un hombre tan brillante, tan exitoso, podría fijarse en alguien como esta?», se negaba a aceptarlo; prefería pensar que tod