Gabriel la miró.
—¿Quieres ir al cine más tarde? Ya tengo los boletos.
—¿Y si alguien nos ve?
—Pues lo hacemos público y ya —respondió él sin darle importancia.
Regina levantó la cara.
—La condición para acostarme contigo fue que nadie se enterara. No quiero que la gente ande con chismes. Si alguien se entera de lo nuestro, ¡se acaba todo en ese mismo momento!
A Gabriel se le volvió seria la expresión al escuchar la última frase. Hubo un silencio incómodo entre ellos. Terminaron de desayunar sin dirigirse la palabra. Regina se levantó para volver a su cuarto, pero él la detuvo.
—Dame una llave de tu departamento.
—No tengo.
—Entonces dame la tuya y mando a sacarle una copia.
Ella estuvo a punto de negarse, pero al ver la intensidad en sus ojos oscuros, recordó que él era capaz de todo para conseguir lo que quería. Fue a su cuarto por su bolso y le arrojó las llaves.
—Tengo que ir a la tienda. Tú recoges todo esto.
Miró hacia el sofá y luego recordó las sábanas que seguían en la lavador