Al ver lo que traía en las manos, una idea descabellada se le cruzó por la mente a Regina.
Estaba furiosa, pero se contuvo. Había más gente en el ascensor, así que esperó hasta que las puertas se abrieron en el piso dieciséis y lo vio salir con sus cosas.
El ascensor subió un piso más y ella salió. Al llegar a su departamento, seguía de un humor pésimo. Hasta la cena que había pedido para llevar perdió todo su encanto.
En ese edificio, cada departamento tenía su propio ascensor. Se quedó sentada un momento antes de tomar su bolso y su celular para bajar de nuevo. Mientras esperaba, la furia volvía a bullir en su interior, incontenible.
Llegó al piso dieciséis y salió del ascensor, enfurecida. Levantó la mano, dispuesta a golpear la puerta con fuerza. ¿Y si se equivocaba? Detuvo la mano en el aire.
Pero acababa de verlo bajar en ese piso.
Pensó que lo más prudente sería llamarle. Sacó el celular y buscó el número de Gabriel para quitarlo de la lista de bloqueo. Cuando iba a marcar, la p