Cada vez que la joyería lanzaba una nueva colección, primero creaban expectativa en Twitter y luego las empleadas compartían las publicaciones para hacerles promoción.
Antes de esto, Eva apenas tenía poco más de mil seguidores.
—¿Compraste seguidores?
—¿Tú crees? ¡Claro que no! A mí no me sirven de nada los seguidores falsos.
Eva deslizó el dedo por la pantalla de su celular y les mostró un video que había subido la noche anterior. Se había sentado en la primera fila, en el centro, y había grabado cada una de las canciones de Sebastián con una claridad impresionante.
Cada video del concierto que publicó tenía más de cien mil retuits.
Verónica suspiró, impresionada.
—Sebastián es asombroso.
Al ver todo aquello, Regina no pudo evitar sonreír un poco.
—¿Cuánto te costó el boleto?
Estuvo a punto de decir que se los habían regalado por la colaboración, pero regalar más de diez boletos para la primera fila sonaba imposible de creer.
—Los compré a precio normal.
—¿En serio?
Eva reaccionó al i