Apenas lo dijo, Regina se dio cuenta de que su tono no era el adecuado; sonaba como si lo estuviera presionando para que volviera.
—Yo creo que en una semana. Pasado mañana me toca ir a Milán, voy a estar ahí unos tres o cuatro días.
Para dentro de una semana, los boletos ya estarían más que agotados. Al otro lado de la línea, al notar su silencio, él pensó que se había molestado y se apresuró a añadir:
—Después del concierto, me puedo tomar unos días libres. A donde quieras ir, yo te acompaño.
—Bueno…
Le daba un poco de pena, pero ya se lo había prometido a Eva y a las demás y no quería fallarles.
—Oye, sobre los boletos para tu concierto… ¿hay manera de que te compre algunos directamente?
—¿Cuántos necesitas?
Regina lo pensó un momento. Contando a los empleados de la tienda, al personal de soporte técnico y al de contabilidad, eran trece en total. Definitivamente no eran solo “algunos”.
—Pues... ¿pueden ser un poquito más que “algunos”?
Al otro lado de la línea se escuchó una risa su