Regina sonrió un poco.
—Usted es la clienta, y mi trabajo es atenderla…
—No me refiero a eso.
Victoria Salinas se quedó mirando la cara de Regina; era hermosa, con una piel que parecía de porcelana. Qué maravilla ser joven.
Agitó la copa de vino que sostenía, bebió un sorbo y, con un gesto de fastidio, la dejó a un lado.
—Porque, sin saberlo, me libraste de un problema.
Regina no entendía.
Una amplia sonrisa iluminó la cara de Victoria.
—Hace tiempo, mi familia quería arreglarme una cita con Gabriel, pero él me rechazó. Poco después me enteré de que se había casado contigo.
Regina se quedó congelada. Al darse cuenta de que esa mujer y Gabriel tenían una relación importante, temió que quisiera causarle problemas y se apresuró a decir:
—Gabriel y yo ya nos divorciamos. La persona que él quiere no soy yo…
—Ya sé —la interrumpió Victoria.
La miró y se apresuró a añadir:
—No te pongas nerviosa, no te guardo rencor ni nada. En serio te lo agradezco.
Hizo una pausa antes de rematar:
—A mí no