Regina vio el nombre que aparecía en la pantalla de su celular y le comenzó a doler la cabeza. Sabía por qué la llamaba y no quería contestar, pero era la dueña del negocio y tenía que resolver el problema o su carrera estaría acabada.
Respiró hondo, se armó de valor y deslizó el dedo para aceptar la llamada. Forzó una sonrisa en su voz.
—Susana…
—Regina —la interrumpió la mujer al otro lado de la línea, con un tono furioso—. Me enteré de que nos vendiste diamantes de baja calidad como si fueran de primera. ¿Cómo pudiste? Te compramos porque te considerábamos una amiga, ¡y tú nos viste la cara de idiotas! ¿No tienes vergüenza?
Supo que había visto la publicación de la influencer. Intentó explicar.
—Los diamantes que te vendí son de la mejor calidad, te lo aseguro. Podemos llevarlos con un experto para que los certifique…
—¡No necesito ninguna certificación! Ya sabemos qué clase de persona eres, la que fue capaz de drogar a Gabriel para obligarlo a casarse. No quiero hacer un escándalo,