Regina quiso decir que no, pero recordó la advertencia de Gabriel. Se mordió el labio y contestó.
—Sí.
—¡Perfecto!
La abuela sonaba encantada al otro lado de la línea.
—Le pedí a Gabriel que dejara libre el día de hoy. ¡Vayan a ver el vestido de novia!
«¿Probarme un vestido de novia si ya nos vamos a divorciar?», pensó, sintiendo lo absurdo de la situación.
Sin embargo, no podía negarse. La abuela estaba en el hospital y siempre había sido muy buena con ella. Ella era una de esas personas a las que les costaba decir que no a quienes la trataban con cariño, y menos a una mujer de más de setenta años.
Se casó con él sin avisarle a nadie de su familia y ahora se estaba divorciando sin que sus padres se enteraran.
Al pensar en ello, se sintió culpable.
—Le voy a decir a Gabriel que pase por ti —continuó la abuela, ajena a todo—. ¡Gabriel! Regi ya aceptó. Apúrate a recogerla para que vayan a ver el vestido, no pierdan tiempo. Y no la vuelvas a hacer enojar, ¿entendiste? ¡O te las verás conm