Tal como había dicho Ana, la intuición femenina no se equivoca. Gabriel probablemente ni siquiera se había dado cuenta, pero antes nunca se escondía para contestar llamadas del trabajo, ya fueran de la empresa o de la clínica.
Y que se escondiera para hablar solo podía significar una cosa: la llamada era de Mónica.
Al pensar en eso, la sonrisa se le borró de la cara y se mordió el labio.
Dentro del estudio, Gabriel contestó el teléfono. Era Alan, quien le informó:
—Señor Solís, el equipo evaluó la inversión para la película de la señorita Morales. Concluyeron que no solo se recuperará el capital, sino que generará ganancias. Ya se puede autorizar el fondo.
Gabriel se molestó.
—No tienes que informarme de estas cosas, Alan. Solo encárgate.
—Entendido, señor Solís.
Gabriel colgó y salió del estudio con el celular en la mano.
Regina seguía sentada a la mesa, cenando sola. Él volvió a sentarse frente a ella y dejó el celular a un lado.
Ella levantó la vista y clavó la mirada en él.
—Te voy