Regina miró el anillo con fastidio. Estaba claro que no se lo quedaría. Después de pensarlo un momento, dijo.
—Véndelo. Las tiendas de lujo de segunda mano lo comprarán sin problema. Y el dinero... puedes donarlo.
Gabriel asintió.
—Claro.
Extendió la mano y lo tomó.
Al verlo tan dócil, una ligera sonrisa asomó en los labios de Regina y su expresión por fin se suavizó un poco.
Gabriel condujo hasta Plaza Dorada.
En cuanto entraron al centro comercial, él consultó el mapa en su celular y la guio hacia las tiendas de lujo del noveno piso.
Ella conocía bien esa zona, pero se mantuvo en silencio, limitándose a seguirlo.
A pesar de ser un día laboral, el centro comercial estaba bastante concurrido, sobre todo en el piso de las marcas de lujo. Vio a varias parejas jóvenes caminando de la mano, y al comparar su cercanía y felicidad, pensó que ella y Gabriel no parecían un matrimonio para nada.
«Supongo que esa es la diferencia entre tener sentimientos y no tenerlos».
Al ver pasar a otra pareja