Una vez que la euforia inicial se disipó, Regina corrió a su habitación y encendió la computadora. Abrió su correo y vio que Andrea solo le había enviado la dirección y la hora de la cita, nada más.
¿Y cómo se suponía que se preparara con eso?
Volvió a llamarle, pero esta vez la llamada no entró.
«¿Tan rápido se durmió?»
Aunque, al ver la hora, pasadas las diez de la noche, se dio cuenta de que ya no era tan temprano.
Dejó el celular a un lado, se dio un baño rápido, se secó el pelo y, después de su rutina de cuidado facial, tomó un cuaderno y una pluma para buscar algo de inspiración. Revisó sus diseños antiguos y eligió algunos que le parecieron bastante buenos para llevarlos al día siguiente.
También buscó los bocetos originales a los que Sebastián Rivas les había dado like y los guardó todos en un portafolio.
Cuando terminó con todo, ya tenía sueño. Volvió a mirar la hora en el celular: eran casi las doce.
Quiso mandarle un mensaje a Gabriel para preguntarle cuándo volvería, pero a