Cuando el mesero se fue con los menús, Regina preguntó con cautela:
—Estás enojado, ¿verdad?
—¿Y no tendría que estarlo?
Ella asintió.
—Sí, claro que sí. Fui yo, tienes toda la razón en estar molesto conmigo. En serio, lo entiendo.
La actitud sumisa de ella casi hizo que Mateo relajara la expresión, pero no pudo mantener la cara seria por mucho tiempo.
—Enójate conmigo si quieres, pero ¿podrías no enojarte con Gabriel…?
—¡Pum!—
Él golpeó el vaso contra la mesa.
—¿Así que me buscaste solo para defenderlo?
—No quiero que su relación en el trabajo se vea afectada por mi culpa.
Mateo se rio con sarcasmo y estalló:
—Él sabía bien que me gustabas y aun así se casó contigo. ¿A ti te parece que él se detuvo a pensar en nosotros?
—Fui yo la que lo buscó. Me hice tu amiga para estar cerca de él.
En realidad, Mateo ya lo sospechaba. Al recordar todo lo que había pasado, era obvio que Regina trataba a Gabriel de una manera especial. Antes, él había pensado que era el cariño de una sobrina por su t