Capítulo 95
Entré a la cocina y ahí estaba Santiago, Me miró con esa sonrisa que siempre me derrite y se acercó a darme un beso, yo era el centro de su universo.
—Hola, amor —me dijo, abrazándome de la cintura.
—Hola… —respondí, sonriendo mientras le correspondía el beso.
Clarisa estaba sentada en una esquina, con una taza en la mano. Nos miró y sonrió también, pero fue una sonrisa más educada que sincera.
—Buenas noches —dijo con voz suave.
—Buenos noches —contesté, mientras me servía un te para mi
Nos sentamos a la mesa. Santiago me acarició la pierna por debajo de la mesa. Clarisa notó el gesto. No dijo nada, pero bajó la mirada.
Más tarde, mientras Santiago hablaba por teléfono desde la sala, Clarisa y yo quedamos solas en la cocina.
—Es curioso —dijo ella, mirando por la ventana—. A veces las cosas nuevas son mejores, pero la gente se acostumbra a lo viejo y desgastado.
—¿Lo dices por algo en especial? —pregunté, sirviéndome más café.
—No sé… A veces las personas necesitan renova