El aire olía a sangre, tierra húmeda y medicina. Lyra caminaba de regreso a la casa de la manada, con las manos aún manchadas de rojo pese a haberlas lavado varias veces. Había ayudado a curar a los heridos, aplicando vendas, sosteniendo cuerpos temblorosos, dando agua, haciendo todo lo que podía con sus manos. Sin embargo, algo en su interior se agitaba, una certeza latente que no podía ignorar.
Al llegar a la casa de la manada se fue directo al segundo nivel donde se encontraba su dormitorio, al abrir se encontró a Nolan, tenía ojeras, el cabello alborotado y una venda en el brazo, seguramente alguien lo había venido a sanar.
Él se levantó de inmediato al verla, aunque se veía cansado, se mantenía firme.
—¿Cómo está? —preguntó ella viendo a Ragnar en la cama.
—Alona vino a verlo, necesita descanso —suspiró —. La forma lobuna es difícil para él.
—Creo que se agrando —dijo ella preocupada.
—Es posible —confesó Nolan —. No sabemos mucho de esa herida, pero las mordidas y garras de