Carlos
Mis garras dejan surcos en mi escritorio mientras lucho por mantener el control. La bestia dentro de mí ruge por cazar a Marcos, por despedazarlo por atreverse a tocar a mi compañera, por llamarla suya.
Pero antes que nada, yo era el Rey Licán. Y en ese momento, cada lobo de rango en mis territorios observaba cómo manejaba esa situación.
—No podemos simplemente expulsarlo —dijo Gerard, leyendo mis pensamientos—. No sin una causa legítima.
—¿Causa legítima? —Gruñí—. Intentó hacer que la ejecutaran. ¡Y se atreve a venir aquí y llamarla su compañera! ¡Ella ya tiene un compañero y desde luego no es él!
—Pero nadie lo sabe, ¿verdad? Y su ofensa contra Salvia fue hace meses, en otro territorio. Ahora mismo, está interpretando el papel del diplomático perfecto.
Tenía razón. A través del vínculo de pareja, sentí la tensión de Salvia mientras trabajaba en el Ala de sanación, casi como si Marcos la estuviera observando nuevamente con ese interés depredador. Pero él mantenía una distancia