Carlos

Mi bestia rugió triunfante cuando finalmente liberé tres días de desesperada contención. Tener que mantenerme alejado de ella, guardar distancia mientras investigaba la muerte de Jaime y mantenía a raya a los nobles hostiles... había sido una tortura. Cada instinto me gritaba que protegiera a mi compañera, que la mantuviera cerca.

Pero en ese momento, con su suave cuerpo debajo del mío, sobre las colchonetas de entrenamiento, con su aroma llenando mi cabeza de madreselva, lluvia y excitación, no podía recordar por qué había intentado resistirme a eso.

—Mía. —Gruñí contra su garganta, sintiendo su pulso acelerarse bajo mis labios.

El vínculo de compañeros vibraba entre nosotros, y aunque ella aún no pudiera sentirlo, su cuerpo reconocía a su otra mitad.

—Tuya. —Suspiró, y esa palabra rompió los últimos hilos de mi control.

Capturé su boca nuevamente, tragándome su suave jadeo mientras profundizaba el beso. Sus manos se enredaron en mi cabello, atrayéndome más cerca, como si estu