Marcos
Creían que eran muy astutos, manteniendo una distancia cuidadosa en público. Pero podía olerlo en ella: pino y viento invernal impregnados en su piel bajo su propio aroma a madreselva. El toque del Rey Licán estaba por todas partes en lo que debió haber sido mío.
Observándolos ahora en el consejo matutino, cualquier otro podría pasar por alto sus señales sutiles: cómo sus ojos seguían cada uno de sus movimientos, cómo ella se orientaba hacia él inconscientemente. Pero yo lo veía todo, siempre lo había visto.
Lo que no entendían es que eso no se trataba de un compañero rechazado reclamando lo que perdió. Se trataba de poder, poder puro y crudo que ahora irradiaba de ella. La forma en que las heridas sanaban bajo su toque, cómo otros seguían su liderazgo naturalmente, a pesar de sí mismos... se había convertido en algo raro, algo valioso.
Los lobos nobles eran patéticamente fáciles de manipular. Unas cuantas palabras cuidadosas sobre la decencia, sobre un Rey comprometiéndose con