Salvia
Apenas me reconocía en el espejo. La seda azul profundo hacía que mi piel pálida resplandeciera, con flores lunares bordadas en plata que trepaban desde el dobladillo hasta el corpiño. Mi cabello rubio platinado estaba parcialmente trenzado con cuentas de cristal que atrapaban la luz como estrellas, mientras el resto caía en suaves ondas por mi espalda.
—Perfecto —declaró Violeta, ajustando mi colgante para que se acomodara justo en su lugar—. Pareces la luz de luna misma. ¡Espera a que Carlos te vea!
—Parezco aterrorizada. —La corregí, alisando mi falda por centésima vez.
—Parece que perteneces aquí —me apretó las manos—. Y así es.
El gran salón me dejó sin aliento: cientos de candelabros de cristal proyectaban luces de arcoíris sobre los nobles reunidos de cada manada del reino. Esperé en lo alto de la gran escalera como exigía el protocolo, con el corazón latiendo fuertemente.
Entonces lo vi.
Carlos estaba abajo con su atuendo formal de Alfa, el poder lo envolvía como una cap