Justo cuando estoy a punto de replicarle, entierra el rostro entre mis muslos y se me doblan las piernas.
—¡Hummm...! —Echo la cabeza hacia atrás y me agarro con más fuerza a su pelo. Con un inesperado lametón, bloquea todos mis sentidos y abandono las intenciones de insistirle.
Me agarra de las caderas y me hace dar un fuerte respingo. Él es lo único que me sostiene. Siento que su lengua caliente y entrenada traza círculos alrededor de mi hipersensible cúmulo de nervios y que lo rodea con movimientos precisos y lentos antes de hundirse en mi sexo. No se deja ni un milímetro por explorar.
—Necesito ducharme —protesto.
—Y yo te necesito a ti —gruñe pegado a mí.
Me derrito cuando aumenta la presión y me clava los dedos en las caderas. Me aprieto contra su boca. Es sólo cuestión de segundos que estalle en mil pedazos. La presión que se concentra en mi entrepierna me obliga a contener la respiración; el corazón se me sale por la garganta.
—Tienes un sabor delicioso. Dime qu