Ya no quedan más dudas

Convencida de que Mario había sido víctima de un complot de parte de Rebeca, Luisa regresó a la mansión de los Amaya con una sonrisa en su rostro. No solo se sentía resucitada, sino que también estaba ahora segura de que se había enamorado de un hombre correcto, de un caballero, como le hubiera dicho la señora Amaya que él era. Le había entregado su corazón a la persona que era.

«Ahora Rebeca no nos podrá hacer más daño y debo alertar a Mario de lo que ella intentó hacernos, de las fotos comprometedoras que le tomó y de las amenazas que está lanzando contra mi hermana», se dijo a sí misma Luisa mientras entraba a la casa.

La familia ya estaba despierta y desayunando cuando Luisa entró al comedor. El celador de la propiedad ya le había dado el mensaje a la señora Amaya, que entonces invitó a la joven a sentarse y que les contara lo sucedido.

Luisa solo les dijo lo necesario. Que Mario estaba bien, pese a que el accidente había arruinado por completo su auto.

—Tuvo mucha suerte —dijo
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