Movimiento por el flanco

En compañía de los dos pequeños a los que cuidaba, y en uno de los autos de la familia Amaya, Luisa se dirigió al colegio de los trillizos, segura de que llegaría antes de que Rebeca pasara a recogerlos. Entusiasmados al ver a Luisa, y a sus nuevos amigos, Javier, Jacob y Jerónimo subieron al auto desde el que la joven los saludó.

—¿Eres de nuevo nuestra nilñera? —preguntó Javier.

—¿Rebeca ya se ha ido de la casa? —quiso saber Jerónimo.

—¿Ahora sí te vas a casar con nuestro papá? —indagó Jacob.

Luisa sonrió con cierta tristeza porque, aunque hubiera querido responder que sí a todas esas preguntas de los niños, todavía tenía que responderles que no.

—Lo siento, chicos, pero quizá algún día, cuando menos lo esperamos, eso suceda, pero, por ahora, vamos a ir a hacer una visita. —Luisa intentó leer en el rostro de los trillizos si sabían algo sobre lo que le habia ocurrido a su padre, pero todo indicaba que lo seguían ignorando.

«Pobrecillos, nadie ha sido capaz de decirles. Bueno, creo
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