CAPITULO 2

Me despierto de golpe. Me cubro con las sábanas recordando que estoy desnuda con mi jefe… busco con los ojos a Leo pero… no está. No hay rastro de él. Tocan la puerta, al abrir veo a un empleado y me da mi ropa.

«¿Acaso él la envió?»

Ladeo una sonrisa de emoción por el detalle. Mis ojos se desvían por unos segundos hacia el reloj de la pared.

—¡carajo!.

Le cierro la puerta en la cara al empleado al ver que es tarde. Sali corriendo del club hacia el trabajo ya no tenía tiempo de ir a casa. Corrí lo más rápido que pude hasta la entrada de la torre y tuve que usar las escaleras para llegar rápido.

Entro y me instalo rápidamente notando que fueron unos diez minutos de retraso. El teléfono de la oficina suena y al escuchar la voz de Leo sonrio enrollando un mechón de cabello en mi dedo índice.

—Necesito vengas a mi oficina ahora.

Cuelga dejándome confundida por el tono de voz que usó. Voy a su oficina y al cerrar la puerta lo veo observar el paisaje de la ciudad desde la ventana.

—Lo que pasó anoche, no lo debes comentar con nadie. Entiendes.

Lo que pasó…

—¿Lo que pasó anoche se refiere a la cena?.

—A todo. —corta tajante pero al verme siento una sonrisa falsa y tensa. —No queremos mas rumores sobre mi de relaciones con las empleadas y menos cuando mi padre esta por llegar mañana.

—Si jefe.

Me retiré de su oficina y si, entiendo que si su padre escucha rumores sobre enredos en el trabajo con sus empleadas puede ser un problema no solo para él si no para todos.

Tenía mucha hambre así que fui a la cafetería por algo de comida, pero al entrar sentí como todos me miraban fijamente. Todo el personal me estaba viendo como si estuvieran juzgándome.

—Si. Es ella.

—Tienes razón. Trae la misma ropa.

Los murmullos son cada vez mas fuertes.

Me miro a mí misma preguntándome si aun tengo vomito en mi ropa, pero no. Mi ropa esta impecable. No quise comer en la cafetería ante las miradas de los demás así que me fui a mi oficina donde si podría tener privacidad.

Apenas iba a darle un bocado a mi comida cuando recibí la llamada de mi jefe y esta vez su tono autoritario se hizo presente. Refunfuñando dejo mi comida para ver que se le ofrecía a Leo.

Cerré la puerta y fue cuando sus ojos me vieron como si quisiera matarme.

—¿No te dije que no abrieras la bocota?

—¿Qué? —exclamo sin entender nada.

Se me acerca furioso respirando con fuerza.

—Clara me acaba de mostrar un video donde estamos en la habitación y… —aprieta los ojos como si así pudiera contener su rabia. —¿Te das cuenta en el problema que me has metido Lana? Y mejor no digas nada mas

—Pero si no he dicho nada jefe.

Me fulmina con la mirada.

—Largo. Ya veré que hago contigo.

Me corrió de su oficina injustamente como si hubiese hecho algo malo. Estoy en las nubes, no entiendo nada de lo que acaba de pasar, anoche. Si anoche no hicimos nada porque cuando se me subió encima me terminó vomitando.

«¿Acaso esta avergonzado por eso?»

Me fui a casa y esta vez no tuve el valor de ir a despedirme por temer que me diga “Dame tu renuncia” algo que no haría claro porque me quitarían mis derechos ganados por trabajarle tres años devotamente. No entiendo porque está molesto, debería de ser yo la que debería de estar molesta pero como estoy loca por él no puedo enfadarme.

Iba conduciendo con eso en la cabeza cuando un sonido me avisó que mi bebe estaba a punto de estirar la pata. «Vamos bebé, aquí no por favor» y para rematar, mi auto me deja varada en medio de la nada.

Dejo caer mi frente en el claxon y como la cereza del pastel comienza a llover adornando mi desgracia.

—Tiene que ser una broma.

Una hora. Llevo una maldita hora con el pulgar extendido para que alguien me de jalón ya que mi celular se murió por no ser contra el agua. Cada auto que pasa me ignora y acelera. Me había rendido así comencé a caminar hacia mi casa. Me abrazo a mi misma temblando del frio, las ráfagas de viento me golpean la cara sin piedad. De seguir así podría contraer un resfriado…

—¡Hijo de…!

Suelto un grito cuando un hijo de puta me bañó por completo del charco de agua sucia por ir como si el diablo lo estuviese siguiendo, me ha bañado por completo la mula esta. Extiendo mis brazos con la boca abierta y los ojos abiertos de par en par. ¿Por qué yo universo? ¿Qué te hice?.

—Uy. Lo siento. No te vi, —sacudo mis brazos extendidos a cada lado —¿Estas bien?.

Me quedo helada. Mi cuerpo tiembla y no del frio, me acalambré el miedo al ver el tipo con facha de motociclista y asesino serial, retrocedo, pero da un paso al frente y luego dos cuando me alejo más.

No, no, no. ¿voy a morir? ¿acaso seré otra pobre tonta que camina sola por las calles donde fue presa fácil de un engendro sin alma? Diosito no por favor, no quiero morir virgen, dame una oportunidad.

Tan rápido como un rayo me di la vuelta para salir corriendo, pero el tipo me tomo de la mano impidiéndomelo. Suelto un grito desesperado, forcejeo y luego le pateo las bolas y comienzo a correr como una loca.

—¡¡Ayuda!! ¡¡Que alguien me ayude porfavor!!.

—Oye cállate. —el maldito fue rápido o tal vez no le di con fuerza en las pelotas porque ya me tenía aprisionada tapándome la boca. —Quieres callarte.

Le muerdo la mano y suelta un grito seguido de una maldición. Lo escucho maldecir agitando su mano y gruñir empeorando mi miedo. Con facilidad ya me tenía subida a su auto a la fuerza. Me arrincono temblando de miedo en el asiento de copiloto. Me mira como si fuera una desquiciada, me repara de pies a cabeza como si dijera con decepción no haber conseguido una mejor victima. Eleva una ceja y me ignora. Conduce advirtiéndome de no hacer algo estúpido o de lo contrario tendremos un pasaje directo al otro mundo.

Pienso en las probabilidades de sobrevivir así que, detallo su rostro, ojos grises y… ay dios. no puede ser, solo veo barba y una maraña de cabello desgreñado. Tengo que saber lo que voy a decirle a la policía si logro escapar. Noto algo, tiene un lunar en su mejilla izquierda, no es tan perceptible, pero se ve si estas cerca de él.

«Parece un actor de esas novelas turcas que mira mi amiga»

Me sobresalto cuando el auto se detiene.

—Escucha. No te asustes. —su atención recae mi. —Solo quiero ayudarte.

—Aja. Si como no. —dije más para mi misma.

—Vivo aquí. Podrás bañarte mientras te llamo un taxi para que te lleve a tu casa.

—Ni muerta voy a subir a tu departamento.

—Dios que mujer tan desconfiada. —murmura rodando los ojos. —Mira…

Sali despavorida de su auto, busco la salida del estacionamiento pero me llevo una gran sorpresa cuando lo veo cerrado, agito las rejas con rabia.

Volteo lentamente sobre mis talones y lo veo apoyándose con su hombro en uno de los soportes, girando unas llaves en su dedo índice izquierdo en círculos. Me muevo de un lado a otro para confundirlo, pero soy tan lenta que ni siquiera se esforzó en volver a atraparme

—¡Ayuda por favor!. —un grito se me escapa cuando me carga en su hombro derecho siento el ataque de pánico cortándome la respiración. —¡¡Suéltame bruto!!

De pronto… una nalgada en respuesta que me dejó silencio por completo, mi cara ardía como si estuviera en llamas.

—Si no te estas quietan, te voy a mostrar quien manda aquí.

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