En la empresa, todo marchaba a la perfección. Su hermana Karoll era una mujer muy inteligente y, en ausencia de Andrés y Daniel, se encargaba de llevar las riendas del negocio.
Después de mucho pensarlo, Andrés llamó a la recepcionista para preguntarle si Victoria estaba en la empresa. Al recibir una respuesta afirmativa, le pidió que la hiciera venir a su oficina.
Victoria tenía un bolígrafo en la mano y, al escuchar la solicitud de la recepcionista, comenzó a juguetear con él, señal de estrés. Mientras se dirigía a la oficina de Andrés, pensaba: ¿Cómo se estaría sintiendo Brenda si su único sueño era casarse con un hombre millonario y no lo había conseguido?
Tocó la puerta y entró cuando la invitaron a pasar.
—¿Me necesita? —preguntó.
Andrés, con la mirada fija en unos documentos, levantó la vista al escucharla.
—Quiero disculparme por lo sucedido en el tocador. No fue mi intención, no soy ese tipo de hombre.
—Está bien, disculpa aceptada. Si no hay más, debo volver al trabajo.
—Mi