No encontró a nadie que pudiera indicarle dónde estaba la cocina, pero la buscó y la encontró. Se prepararía un sándwich; esto era lo más sencillo de hacer. Victoria estaba pensativa, tan absorta en sus pensamientos que, sin darse cuenta, Andrés había entrado a la cocina por una botella de agua y estaba observándola desde muy cerca.
—Me parece bien que hayas decidido comer algo —dijo él.
Victoria, quien se encontraba absorta en sus pensamientos, al escucharlo tomó conciencia de su realidad.
—Me siento un poco débil; debo comer algo para poder cuidar a mis hijas.
—Piensas en todos menos en ti. Tu salud es muy importante; no la descuides. Así estarás mucho mejor para cuidar a las niñas.
—Sí... ya debo irme.
Andrés se encontraba de pie en la puerta, obstaculizando la salida de la cocina.
—¿Podrías, por favor, regalarme un permiso?
—Victoria, solo quería decirte que, si necesitas más ropa, zapatos o tus cosas de mujer, solo pídemelo. Quiero ayudarte...
—Ok, te agradezco, pero estoy bien.