**Mikail**
La brisa de Wolvencrest golpeó mi rostro apenas crucé las murallas. Olía a humo, sudor y furia contenida. No me tomó más de un segundo darme cuenta de que algo no iba bien.
Las calles estaban desbordadas. Hombres, mujeres, incluso niños alzaban la voz, los brazos y las emociones, clamando por justicia como si alguien hubiera liberado una bestia sin cadenas.
Avancé entre la multitud con pasos decididos. No había venido a ver un espectáculo, pero mis sentidos se afilaron cuando escuché los gritos provenientes del patio de entrenamiento. Mi pulso se aceleró. Algo tiraba de mí, como si una fuerza invisible me empujara hacia el centro de aquel caos.
Y entonces la vi.
Lyra.
Ella estaba sobre una mujer tirada en el suelo—ensangrentada, derrotada, apenas jadeando—golpeándola sin piedad.
La rabia chispeaba en cada uno de sus movimientos. Cada puñetazo era una sentencia. Cada respiración, un trueno a punto de estallar.
Mis pies se clavaron en el suelo.
—No... —murmuré sin aire, los