**Lyra**
El aire olía a humo, y desde la pequeña ventana comenzaban a colarse los ecos del caos.
Gritos. Risas desquiciadas. Golpes. El inconfundible crujido de maderas partiéndose y pasos corriendo.
Me abracé el vientre, sintiendo los latidos acelerados de mis cachorros, como si pudieran percibir el miedo que crecía en mí.
—Allá afuera está horrible, mi niña… —murmuró Ava mientras cerraba con fuerza las cortinas—. Deberíamos quedarnos aquí.
Asentí, aunque por dentro algo en mí no se alineaba con esa decisión. Sabía lo que Tharion me había pedido: quedarme a resguardo.
Confiaba en él, en su liderazgo, en su fuerza, en su promesa. Pero también conocía esa sensación, ese cosquilleo en la nuca que me alertaba de un peligro inminente.
Y ese presentimiento… estaba gritando dentro de mí.
Algo en el aire estaba mal. No era solo un ataque al azar.
Era como si el infierno hubiera estallado justo en nuestro campamento.
—Esto no es por comida, ni territorio —susurré para mí misma—. Esto es