Kael trepó por un árbol y con varios saltos sigilosos, se alejó de la zona. Los niños bajaron de la carreta con cuidado mientras Erick observaba los alrededores: estaba comprobando que fuese seguro. Sonreí: ambos se preocupaban de los niños.
Erick se acercó al agua y comenzó a lavarse justo cuando Kael volvía.
— Es seguro — dijo Kael antes de dirigirse al río para limpiar sus armas.
Observé a los dos: Kael limpiaba con mucho cuidado sus cuchillos y shurikens de forma metódica. Utilizaba un trozo de tela áspero, sucio y roto por varios lados como ayuda, aunque nunca tocaba el filo con ello.
Erick se había quitado el traje y había entrado al río. Se frotaba el cuerpo con las manos, coloreando el agua de color rosa. Podía ver, a través del agua, el movimiento de sus músculos.
Los niños ahogaron un grito cuando se sumergió unos segundos en el río.
— No le pasará nada — les dije esperando tranquilizarlos.
— Lo sabemos, Espina, pero... no queremos que le pase nada malo.
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