Selene se encontraba limpiando las escaleras de la mansión, un ritual diario que había adoptado para mantener su mente ocupada. Su bebé, Aron, dormía plácidamente en una manta cercana, y el suave sonido de su respiración le daba un sentido de paz. Sin embargo, esa calma se rompió cuando, en medio del silencio, comenzaron a llegar a sus oídos gemidos provenientes del despacho de Alfa Luca.
Intrigada y, al mismo tiempo, perturbada, Selene sintió que su corazón se aceleraba. Se acercó sigilosamente a la puerta entreabierta, conteniendo la respiración. Al mirar dentro, la escena que encontró la dejó paralizada. Luca estaba allí, entregado a una loba de cabello rubio que se retorcía bajo su toque. La sonrisa en el rostro de Luca era de pura satisfacción, y su arrogancia brillaba con cada risa que besaba q su amante.
El aire se volvió denso y pesado a su alrededor. Selene sintió una oleada de desprecio y dolor, como si la hubieran golpeado en el pecho. Le estaba doliendo mucho verlos de