Capítulo 9
Serena

Tenía que luchar porque si Natalia ganaba, mi cachorro estaría en peligro y eso era algo que no permitiría.

Bajamos las escaleras y llegamos al exterior. El cielo estaba cubierto de nubes grises. En el amplio campo de entrenamiento, donde el aire usualmente vibraba con la emoción y energía de los guerreros, en ese momento reinaba una atmósfera húmeda y silenciosa entre las personas que habían venido a presenciar la ceremonia. Ninguno parecía apenado por verme siendo rechazada, ya que nunca me habían querido como su Luna porque era huérfana.

Tomé mi lugar en el centro del terreno mientras que la gente a la izquierda abrió un camino para que Elías pasara, formando dos filas, él se detuvo frente al espacio reservado para la ceremonia. Nuestros ojos se encontraron por unos segundos antes de que él se volviera hacia la multitud.

—No perderé tiempo explicando lo que sucede aquí, ya que la mayoría de ustedes está al tanto. Pero sepan que no toleraré que nadie rompa las reglas, si alguien se atreve a decirle una mala palabra a Serena o la insulta de cualquier forma, le cortaré la cabeza. Rechazada o no, ella sigue siendo un miembro respetado de nuestra familia y de esta manada, así que espero que la traten justamente. ¿Está claro?

Todos asintieron al unísono, temiendo la ira de Elías. Una parte de mí se alegró de que me rechazara de manera respetuosa. Me habría dolido mucho más si hubiera permitido que cualquiera me humillara públicamente, en especial durante el rechazo.

Elías se acercó a mí y me miró a los ojos. Olí el alcohol en su aliento. ¿Estaba borracho?

—Yo, Elías Donovan, Alfa de la Manada Garra de Hierro, te rechazo a ti, Serena, como mi compañera destinada y mi Luna —declaró.

Cerré los ojos, intentando bloquear el dolor que amenazaba con consumirme, pero incluso en la oscuridad tras mis párpados, sentí la fuerza del rechazo, fue como si amenazara con desgarrar mi cuerpo; el dolor vibró en mis huesos, me obstruyó las fosas nasales y me dejó sin aliento.

Elías extendió el brazo para ayudarme, pero di un paso atrás. Soportaría ese dolor sola.

—Yo, Serena, Luna actual de la Manada Garra de Hierro, acepto tu rechazo, Alfa Elías —declaré.

Mis piernas temblaron bajo mi vestido mientras el dolor en mi pecho se intensificaba. Sentí una fuerte convulsión en mi vientre que me hizo perder el equilibrio y caer al suelo, agarrándome el estómago. ¡Mi bebé!

—¿Rena, estás bien? —preguntó Elías, pero sabía que estaba muy lejos de que realmente le importaba.

Poco a poco, el dolor disminuyó y sentí que las hierbas comenzaban a actuar para proteger a mi bebé de los efectos del rechazo.

—Estoy bien —logré decir, secándome el rostro empapado en lágrimas.

—Lo aceptaste —murmuró entre dientes.

¿Acaso no lo esperaba? A esas alturas ni siquiera lo entendía. Además, mis extremidades se sentían débiles, así que me quedé en mi lugar, intentando evitar desmayarme.

Justo cuando sentí que recuperaba algo de control sobre mi cuerpo, un fuerte aroma me golpeó la nariz. Olía a hierba y limón, evocando el verano.

Miré hacia la dirección de donde provenía el aroma e identifiqué a un hombre entre la multitud, mirando a su alrededor con ansiedad. Era tan alto como Elías, de complexión ancha y bien formada, con cabello rubio claro y puntiagudo, ojos azul profundo y un tatuaje que recorría su brazo izquierdo. Su aura era poderosa, como la de un Alfa.

En el momento en que sus ojos se posaron en mí, gruñó ferozmente, mostrando el lobo en su mirada. —¡Mía!
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