La mano de Gabriel se congeló sobre la manija de la puerta de la Casa de la Manada cuando unas voces se filtraron a través de la gruesa madera.
—La gerente Blanca acaba de irse y ya perdimos nuestras zonas de caza. ¿De verdad no te parece sospechoso?
La voz pertenecía a Marcos, uno de sus guerreros más veteranos. Gabriel apretó la mandíbula, pero permaneció en silencio, escuchando.
—Vamos, Marcos. Solo es una zorra tratando de seducir al alfa. ¿Qué habilidades reales podría tener? Es pura coincidencia.
Ese era Darío, otro guerrero que Gabriel había ascendido apenas el mes pasado.
Sus puños comenzaron a temblar.
—¡Exacto! —Intervino una voz femenina. —Era Sara, del equipo de comunicaciones. —En cuanto Valeria se recupere y regrese, ella sí sabrá cómo recuperar nuestras zonas de caza. Ella es la verdadera estratega de la manada. ¿Qué puede ofrecer Aria en comparación?
Más voces se unieron, cada una hiriendo más profundamente.
—Aria solo ha traído problemas desde el primer día. Siempre ac