Katerina y Alexander se convirtieron en amantes, de día continuaron con sus rutinas se trataban con amabilidad y distancia. De noche en cuanto cada uno llegaba a su habitación, y se cerraban la puerta de entrada de cada aposento, se abría la puerta que conectaba las dos habitaciones y se dejaban arrastra por una pasión desbordaba y sin límites.
Katerina nunca se imaginó que el sexo con el hombre correcto pudiera hacer que tocara el cielo, que sintiera la más absoluta felicidad y la más completa plenitud. Era una amante exigente y divertida que volvía tan loco a Alexander que muchas veces la joven tuvo que poner sus manos en la boca de él para que sus gemidos no advirtieran a todos de lo que sucedía a puerta cerrada. Desde un inicio acordaron que debían ser muy cuidadosos, sin embargo, una persona descubrió su secreto.
Fedora su doncella comenzó a sospechar al ver el brillo en los ojos de Katerina, y las sonrisas que no podía ocultar. Además de pequeños detalles que solo alguien muy ob