Sin esperar a ser presentado, Marco Gibrand traspasó el umbral, con la frente en alto y esa sonrisa arrogante de quien se siente indestructible, traía un pequeño paquete en la mano que no tardó en dejar en el escritorio, delante de Rainer.
—Tú… —Lo recordó con recelo. Era el hombre que había acomp