168. La advertencia
Edward se quedó inmóvil, con la mandíbula tensándose y sus ojos abriéndose ampliamente mientras las palabras de Heinz resonaban como un golpe en su orgullo. No podía creer lo que acababa de escuchar. Su mente trabajaba frenéticamente, tratando de encontrar una respuesta, algo con lo que contrarrestar la humillación que acababa de sufrir, pero estaba vacío de palabras. El desprecio en la voz de Heinz lo aplastaba, y el aire se tornaba más pesado con cada segundo que permanecía allí, mirando a Ha-na y a ese hombre que la había defendido con tanta ferocidad. Su rostro, enrojecido por el golpe anterior, ahora parecía encenderse más por la vergüenza y la ira contenida.
Kate no pudo evitar dejar escapar un leve jadeo incrédulo cuando Heinz mencionó que Ha-na era la mujer más maravillosa que había conocido. Su expresión pasó rápidamente de la sorpresa a una furia apenas contenida, sus ojos brillando con una mezcla de incredulidad y odio. Su cuerpo se tensó, sus puños apretándose a los costad