167. Es mi mujer

Kate que estaba viendo desde el carro se bajó de inmediato al reconocer al hombre tan hermoso; era quien la había rechazado en el bar. ¿Por qué estaba con la tonta de Ha-na? Imposible, esa asiática no podía tener algo que ella no, y menos, a ese hombre tan atractivo y hermoso.

—¿Quién eres tú? —preguntó Edward, con la mano en su cara, por el dolor del golpe que le había dado. Estaba molesto.

Kate llegó y se puso a su lado, confundida porque el hombre hermoso estaba de parte de la estúpida de Ha-na.

—¿Qué haces aquí? —preguntó Kate, viendo al extraño.

Heinz los miró de manera inflexible. Esos dos eran los que había humillado y burlado de Ha-na. ¿Cómo podría explicarles quién era? Entonces, tuvo la mejor idea. Hizo girar y quedó de frente a ella.

—Les mostraré quien soy —dijo él, viendo a Ha-na con pasión y ardor. La mejor manera era enseñarles lo que la había unido a ella: El contrato de besos.

Heinz puso sus manos detrás de la espalda de Ha-na y la pegó a él, con fortaleza y propiedad
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