ALARIC
La noche era densa y silenciosa, solo interrumpida por el sonido ocasional del viento rozando las hojas de los árboles. Desde la ventana, miraba hacia la oscuridad, esperando. Sabía que Esther vendría pronto.
A mi espalda, el peso de las miradas de mis amigos recaía sobre mí. Damaso estaba con los brazos cruzados, serio, como siempre. Dara descansaba con cautela una mano sobre su vientre, mientras Mikahil la sujetaba con un brazo protector alrededor de su cintura. Liana permanecía en silencio, observándome con una mezcla de curiosidad y preocupación.
Habíamos tomado una decisión.
Esther debía conocer la verdad.
Ella nos pertenecía, era parte de nosotros, y el Estanque de los Recuerdos se encargaría de mostrarle quién era en realidad.
—¿Estás seguro de esto? —preguntó Damaso, su voz era grave, cargada de advertencias no dichas.
No aparté la vista de la ventana.
—No hay otra opción —respondí con firmeza—. No quiero secretos entre nosotros.
—¿Crees que todos los humanos que son mo