El motor del auto ronroneaba bajo mis manos, un sonido constante que llenaba el vacío de mis pensamientos. Mis dedos tamborileaban suavemente contra el volante mientras los rascacielos de la ciudad se alzaban ante mí. La misma ciudad que, décadas atrás, solo había sido un pequeño punto en el mapa. Ahora, era mi hogar. O al menos, lo más cercano que tenía a uno.
El semáforo cambió a verde, y aceleré, dejando atrás la rutina matutina de la ciudad. Las calles estaban llenas de humanos caminando apresuradamente, ajenos a la oscuridad que acechaba en los rincones de su mundo. Cazadores, hombres lobo, secretos... Ellos nunca entenderían lo que se escondía bajo la superficie.
Giré a la izquierda y, finalmente, el edificio apareció frente a mí. Alto, imponente, con su fachada de cristal reflejando el cielo gris. Mi nombre estaba grabado en letras doradas sobre la entrada principal: Corporación Blackstone. Irónico, considerando que hace años ni siquiera soñaba con pertenecer a este mundo, much