—Te estaba buscando —dijo Luca con frialdad, lanzándole una mirada gélida antes de pisar el acelerador, como si quisiera desahogar su frustración.
En el asiento trasero, Isla se acurrucó con miedo en los brazos de Vanessa.
—Señor Kensington, hay una niña en el coche. Le ruego que conduzca con cuidado —dijo ella, frunciendo el ceño y abrazando a Isla con fuerza, su voz cargada de enojo contenido.
Solo entonces Luca miró hacia atrás, observó a la niña y poco a poco redujo la velocidad.
—Tenemos que hablar.
Viendo lo asustada que estaba Isla, Vanessa no quería pasar ni un segundo más con él.
—No tenemos nada de qué hablar.
—¿Estás segura? —replicó él con un deje de burla—. ¿No quieres hablar de Mariah… o de ella?
Vanessa apretó con fuerza a su hija y exclamó:
—¡Isla es mi hija! ¡No tiene nada que ver contigo!
—Vanessa, sigues siendo la misma de hace cinco años.
—¿Qué quieres decir con eso? —preguntó ella, tensa. Su corazón se aceleró, temiendo haber dicho algo que lo hiciera sospechar la